martes, 27 de septiembre de 2016

¿MORAL PROGRESISTA O MORALMENTE POPULISTA?



Soy de una generación en la que la conducta moral debía ser regida por los cinco maestros sociales absolutos e irrenunciables que aprendimos en casa, familia, religión, partido político, escuela y trabajo. Hoy me toca transmitir a las futuras generaciones los valores que ‘yo considero’ serán los mejores para ellos.

Veo con asombro que las nuevas generaciones de jóvenes ‘activamente creyentes’, se pronuncian deliberadamente a favor de ‘políticas moralmente populistas’ que se disfrazan de ‘progresistas’ para obtener atención que se traduzca en beneficios mayormente económicos, no importando el impacto social que ‘estas nuevas tendencias’ produzcan en mediano y largo plazo.

Opinar igual que la mayoría, solo por no ser juzgado, excluido o ridiculizado, no te hacen ser auténtico. Tampoco estar del lado de las minorías te haría un guerrero justiciero en pos de la verdad. Solo pido algo de cordura y de sentido común. Yo soy una mujer adulta que en su momento hice opciones y proyecto de vida conforme a mi idiosincrasia, valores y criterio formado.

A ti joven que te dices ‘creyente’ ‘honesto’ ‘verdadero’, te invito a que lo seas de verdad. Tú puedes y debes tamizar a conciencia cada una de las realidades que te rodean y que adoptas como propias, ‘no te comas todo lo que te ofrecen’. La libertad de expresión por ejemplo, es correctamente un derecho cuando no se utiliza para agredir cínicamente con el pretexto de ‘ser libre’ de lo que decimos. Lo que es correcto, es correcto y lo que está mal, siempre lo estará.

Tener una opinión diferente, no te hace ni mejor ni peor persona, pero permanecer fiel a lo que consideras lo correcto, eso si te hace trascender en el espacio y tiempo por el solo hecho de existir. Podemos tener diversidad de opiniones y formas de llevar nuestra vida, podemos coexistir en el mismo planeta si ‘mi verdad’ no interfiere con ‘la tuya’ y viceversa. Respeto implica no juzgar, no hostigar, no rechazar; pero una cosa es respetar una opinión diferente y otra es aceptar su imposición para que la adopte como propia, haciéndome renunciar a mi estructura moral, social y ética.

Se vale tener una opinión propia, se vale formar un criterio conforme a lo que consideremos mejor en nuestras vidas, se vale pronunciarse a favor o en contra de alguna causa o idea; pero no se vale que se haga desde la ignorancia, no se vale que abandones la identidad que has formado de ti mismo por unos cuantos ‘likes’, o peor aún NO SE VALE DECIR UNA COSA, HACER OTRA Y PENSAR OTRA.

A muchos nos cuesta expresar una idea cuando sabemos que ‘la tendencia’ es lo contrario, así que preferimos guardar silencio y permanecer ‘cómodamente en el anonimato’. Tampoco considero que se deba ir gritando por ahí nuestra opinión porque deba ser escuchada, sin embargo, cuando los jóvenes actuales voltean a ver a quienes hemos avanzado antes que ellos, y no tenemos ‘nada que decir’, o al menos ‘nada bueno’ que decir, estamos contribuyendo a la malformación de una sociedad de la que tanto proclamamos como nuestra.

En resumen, yo no puedo decirte lo que está bien o está mal, para eso tenemos una conciencia, experiencias, formación humana y espiritual que complementan tu criterio y te harán tomar las mejores decisiones. Solo, no seas acarreado de las ideas que ‘todos quieren escuchar’, sé auténtico, íntegro y respetuoso. No existe la moral progresista, 2+2 siempre serán 4.

jueves, 25 de febrero de 2016

Mujer Modesta.


En todas las culturas a través de los tiempos una de las virtudes más apreciadas por hombres y mujeres es: LA MODESTIA. Esa cualidad en el carácter que hace de tus logros y fortaleces una sencilla expresión de ti mismo, abriéndote a la oportunidad de crecer desde tus errores y defectos.

Los seres humanos estamos tan llenos de nosotros mismos que no hay espacio para un silencio, para reconocer las cualidades de los otros, para agradecer o simplemente para sonreír. Las mujeres, aunque también algunos hombres, entramos en una especie de competencia sin reglas por alcanzar la perfecta imagen física que arrebate miradas y admiración de la gente. Y no es que sea malo dar una buena impresión a la vista, pero revisemos el motivo que nos mueve.

En esta ruta hacia el liderazgo de “cualidades” absolutamente externas, algunas mujeres perdemos el rumbo de aquello que nos hace indiscutiblemente bellas: la sencillez, la modestia, la prudencia, la alegría y la capacidad de asombro. Algunas otras, guardan en su corazón un deseo profundo de ser escuchadas, consideradas y admiradas, confundiendo la belleza con la exageración y la femineidad con la vulgaridad.

Mujer hermosa, yo puedo asegurarte que con una falda reveladora y un gran escote prominente obtendrás indiscutiblemente las miradas de hombres que pueden obtener de ti la fantasía de conocerte, habiendo sido tú misma quien les quite la oportunidad de esforzarse por alcanzar el privilegio de verte en plenitud, apreciando tu cuerpo tanto como el alma que te conforma.

La modestia en cambio, no pretende esta clase de atención un tanto morbosa, sino que busca resaltar las cualidades que hacen de tu presencia una dulce experiencia. La modestia no quiere esconderte tras lienzos de tela o encapsularte en la oscuridad, quiere por el contrario, vestir tu figura y tu vida con el mejor de los vestidos, la autenticidad.

Buscar la modestia no es tarea fácil, pero de alcanzarla garantiza ser bien recibidas en todas partes. No hay nadie que se resista a una mujer de conversación agradable, pulcra apariencia y sonrisa sincera. Sé modesta voluntariamente, que el mundo descubra tus virtudes de a poquito, despacito, como aquellos sorbitos de café una tarde lluviosa.

Sé modesta con tus palabras, con tus acciones, para que la ignorancia no se asome tras la imprudencia. Ser modestas nos conviene porque lo bello lo hace más bello, y los errores los convierte en oportunidades. Seamos bellas por dentro y por fuera.