En todas las culturas a través de los tiempos una de las virtudes más apreciadas por hombres y mujeres es: LA MODESTIA. Esa cualidad en el carácter que hace de tus logros y fortaleces una sencilla expresión de ti mismo, abriéndote a la oportunidad de crecer desde tus errores y defectos.
Los seres humanos estamos tan llenos de
nosotros mismos que no hay espacio para un silencio, para reconocer las
cualidades de los otros, para agradecer o simplemente para sonreír. Las
mujeres, aunque también algunos hombres, entramos en una especie de competencia
sin reglas por alcanzar la perfecta imagen física que arrebate miradas y
admiración de la gente. Y no es que sea malo dar una buena impresión a la
vista, pero revisemos el motivo que nos mueve.
En esta ruta hacia el liderazgo
de “cualidades” absolutamente externas, algunas mujeres perdemos el rumbo de
aquello que nos hace indiscutiblemente bellas: la sencillez, la modestia, la
prudencia, la alegría y la capacidad de asombro. Algunas otras, guardan en su
corazón un deseo profundo de ser escuchadas, consideradas y admiradas, confundiendo
la belleza con la exageración y la femineidad con la vulgaridad.
Mujer hermosa, yo puedo
asegurarte que con una falda reveladora y un gran escote prominente obtendrás
indiscutiblemente las miradas de hombres que pueden obtener de ti la fantasía
de conocerte, habiendo sido tú misma quien les quite la oportunidad de
esforzarse por alcanzar el privilegio de verte en plenitud, apreciando tu
cuerpo tanto como el alma que te conforma.
La modestia en cambio, no
pretende esta clase de atención un tanto morbosa, sino que busca resaltar las
cualidades que hacen de tu presencia una dulce experiencia. La modestia no
quiere esconderte tras lienzos de tela o encapsularte en la oscuridad, quiere
por el contrario, vestir tu figura y tu vida con el mejor de los vestidos, la
autenticidad.
Buscar la modestia no es tarea
fácil, pero de alcanzarla garantiza ser bien recibidas en todas partes. No hay
nadie que se resista a una mujer de conversación agradable, pulcra apariencia y
sonrisa sincera. Sé modesta voluntariamente, que el mundo descubra tus virtudes
de a poquito, despacito, como aquellos sorbitos de café una tarde lluviosa.
Sé modesta con tus palabras, con
tus acciones, para que la ignorancia no se asome tras la imprudencia. Ser
modestas nos conviene porque lo bello lo hace más bello, y los errores los
convierte en oportunidades. Seamos bellas por dentro y por fuera.
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